Por Sony Grau Carbonell, Escritora.
El pasado domingo doce de marzo, tuve la suerte de presenciar una metamorfosis mágica; la danza de Eros Recio interpretando la narración histórica de nuestro Grial insigne: el Santo Cáliz de nuestra Catedral de Santa María en Valencia. Con un texto de su propio padre, fundador del Camino del Santo Grial, y bajo la dirección de Cristina Cantó García con su ayudante de dirección Adriel de Fuenmayor se nos convocó a un espectáculo que resumía parte de la historia de Valencia. A destacar también el esmerado cartel de gran artista Vicente Lorenzo.
El acto tuvo lugar en el Artea Espai, un teatro sencillo que se llenó con esta convocatoria pese al ambiente festivo de la ciudad. Hubo una buena asistencia de público amigable, sorprendido gratamente por la interpretación del joven Eros. La tarde deparaba un misterio por como podría encararse el actor único con un espectáculo tan largo y sin dar respiro a un descanso.
Desde la primera narración histórica, en off a cargo del actor César Vercher la simbiosis del joven danzarín con lo que se iba destilando en palabras y hechos históricos, fue una gozada para los allí presentes. Era un muchacho especial (Down) cuyos gestos, ritmo, piruetas y coordinación con todos los objetos que tenía que llevar a escena, según la gesta narrativa, no mermaron ni un minuto su entusiasmo escénico durante la hora ininterrumpida que duró su danza. Y su mirada… Transpuesta en sus mágicas visiones, demostraba que aquel muchacho tenía, como su bandera corporativa: bronce, plata y oro. Las tres virtudes de su noble y artística personalidad.
Qué decir de su humanidad tan entrañable cuando, ya finalizada la función, allí en el escenario, la pintora ucraniana Patricia Miadenowa le entregó el lienzo que había pintado durante su actuación, entonces, Eros se emocionó tanto, que se retiró unos segundos entre bastidores a llorar… Y cuando regresó, doblo su rodilla ante la joven artista y le besó la mano. Todo un caballero este joven Eros Recio Peyró.
Así, salí reconfortada al comprobar que aún queda esperanza para esta nuestra sociedad, cada vez más consciente de que todos somos necesarios, y a veces imprescindibles como Eros, para la integración.